Desde
hace décadas, las mañanas creen hacerse más amenas con programas radiofónicos
variados de emisoras musicales de melodías facilonas. Bromas pesadas, tanteos a
la pareja para estar seguros y seguras de que no nos la va a pegar; o para
forzar a que lo haga y acabar a base de echar balones fuera, con una relación sin futuro.
Lo
último que podemos escuchar en cadena 100 es una sección celestina en la que
alguien llama diciendo que siente atracción por otra persona y que le gustaría
quedar con ella. Los presentadores del programa (chico y chica) llaman a
Melibea o Calisto y le hacen la pregunta del antiguo primero de BUP: ¿quieres
salir con…?
¿Está
todo preparado o de verdad alguien es capaz de llamar e iniciar una relación
completamente pública, expuesta a un rechazo en las ondas?
Las
redes sociales han aireado detalles de la vida de muchas personas que nos eran,
y son, completamente indiferentes. Quizá no sea más que una copia barata y sin
sentido de las estupideces varias americanas que tanto nos gusta copiar, de
aperturas de cajitas con anillos
horteras en partidos de baloncesto, previa puesta de rodillas; o preguntas
matrimoniales con humos fétidos de avionetas que en su tiempo libre fertilizan
los campos, o viceversa.
¿Por
qué esa sobrexposición pública para ser felices? ¿Necesitamos reafirmar ante
los demás, antes que ante nosotros mismos, que tenemos éxito? ¿qué las cosas
nos van bien, mejor que al resto? Me
atrevería a decir que el 80% de los mensajes y fotos de Facebook no nos aportan
nada, aunque quizá me quede corta. Con razón los programas de cotilleo están en horas bajas: las redes
sociales los han desbancado.